Una evaluación siempre es recomendable puesto que nos aporta lecciones aprendidas, nos permite valorar y celebrar los logros, así como ver dónde hemos tenido dificultades para avanzar y por qué.  Digamos que es un momento de pararse a “hacer la foto” de cómo va nuestra planificación, si es que la tenemos, o cómo va nuestra proyección y asunción de metas y objetivos. Además, debemos tener presente que el Departamento de Educación, Política Lingüística y Cultura ha exigido en la gestión directa a las empresas de catering adjudicatarias establecer unos parámetros de evaluación, por lo que es muy probable que soliciten algo similar a otros modelos de comedor que puedan establecerse en un futuro.

Si nos animamos a poner en marcha cualquier proceso de evaluación, primero nos preguntaremos para quién, con qué objetivo, cómo y cuándo queremos hacerlo y a quien queremos implicar o con qué esfuerzos y recursos podemos contar. Esto nos ayudará a definir nuestras herramientas de evaluación y nuestro enfoque.

Aunque son muchos y diversos los enfoques que podemos poner en práctica, os recomendamos uno que sea participativo y con perspectiva de género, que en definitiva quiere decir que intentemos recoger el máximo número de opiniones de la gran diversidad de agentes implicados, y les demos a todas las voces la misma validez, procurando que los aportes de las mujeres y sus intereses queden recogidos y considerados, y cuestionándonos si nuestro sistema de gestión contempla unas relaciones de poder equitativas.

Un enfoque participativo, a fin de cuentas lo que pretende es transformar “la” evaluación en “nuestra” evaluación.  Esto redunda en una mayor toma de conciencia y de apropiación de todo el proceso y, al tiempo, nos implica en la acción, en la búsqueda de alternativas de solución y en la toma de decisiones.

¿Quiénes participan?
Los diversos agentes y colectivos implicados en el proyecto (AMPA, familias, alumnado, proveedores y proveedoras, personal contratado, claustro, etc.), teniendo en cuenta que somos un colectivo compuesto por agentes diversos, con diferentes intereses, percepciones e interpretaciones a tener en consideración.

¿Qué?
Los diversos agentes y colectivos identifican sus necesidades informativas y a partir de ellas fijan los criterios y las preguntas de evaluación.

¿Cómo?
Con métodos de evaluación y resultados compartidos y validados por los diversos agentes y colectivos, con transparencia, buscando un entendimiento entre las partes y que incorpore la perspectiva de género (por ejemplo cuestionarnos cómo es la división de tareas, la toma de decisiones y la comunicación, cómo se incorporan los cuidados, etc.)

¿Cuándo?
A lo largo del proceso, de forma más continua, estableciendo mecanismos de seguimiento y de diálogo y entendimiento continuo, que permiten ir introduciendo cambios y mejoras a lo largo del proceso.  También con momentos puntuales al finalizar un ciclo, en el tiempo que consideremos (un curso escolar, por ejemplo).

¿Por qué?
Más allá de la rendición de cuentas a la que tengamos (o no) que atenernos, la evaluación permite generar acciones de mejora y aprendizaje colectivo de forma periódica y continua. Este proceso de aprendizaje redunda en:

  • un mayor entendimiento y promueve un marco de confianza mutua
  • democratiza el proceso
  • es útil de cara a alcanzar metas comunes en el corto y largo plazo
  • facilita un marco para la movilización y la acción conjunta
  • fomenta el reconocimiento a la labor y compromiso de distintos agentes.

¿Quiénes la hacen?
Aunque todo el mundo participe, debemos establecer quién impulsa este proceso: si es por nuestra cuenta (evaluación interna) o a través de una facilitación externa. La ventaja de esta última opción es que no sobrecargamos los equipos de trabajo con esta tarea y que podemos contar con personas profesionales con conocimientos y experiencia, además de la mayor objetividad que proporciona una visión externa sin intereses particulares en el proceso, pero hay que contar con que puede suponer un coste que no podamos asumir.

Si nos animamos a realizar la evaluación interna con nuestros propios medios, existen multitud de herramientas, dinámicas y técnicas que podemos emplear.

  • Las encuestas de satisfacción, por ejemplo, nos pueden facilitar la recogida de información para extraer conclusiones y pueden ser muy útiles para complementar una evaluación, aunque no la sustituyen, pues se centran únicamente en un aspecto concreto: el servicio; y en un público: personas usuarias del mismo. Podréis extraer ideas para realizar una a partir de la encuesta de satisfacción que realizó EHIGE a las familias en el año 2017.
  • Metodologías participativas. Aspectos como el relacionamiento, la coordinación y la participación en la gestión necesitarán de otras herramientas para poder evaluarse más allá de las encuestas. Existen multitud de manuales que nos pueden orientar, aquí os proponemos uno de lectura fácil.
  • Por otra parte, aunque los PP no siempre han podido sistematizar todas las acciones de seguimiento y evaluación que han realizado hasta la fecha, sí que están haciendo un esfuerzo por recoger las valoraciones de los diferentes agentes participantes a lo largo del tiempo. Por ejemplo, realizan un seguimiento continuado de diferentes procesos, haciendo especial hincapié en posibles mejoras a los menús y al servicio de colectivos y personas proveedoras. Además, realizan una evaluación anual más precisa sobre las características de los alimentos adquiridos (origen, modelo productivo, etc.) y de los gastos anuales a fin de poder ir estableciendo mejoras a medio plazo. También en algunos casos se han hecho encuestas para recoger cómo el personal y las familias están recibiendo el cambio de modelo de comedor. En el centro de Laukariz, además de una encuesta mediante soporte electrónico a las familias, el curso pasado se hicieron encuestas al personal y se recogieron las apreciaciones del profesorado.